jueves, 22 de septiembre de 2011

Sir Edward Secret´s: Aforismos sobre la ropa interior femenina





Why don´t you shut the door,

and close the curtains,

cos you´re not going anywhere.

He´s coming up the stairs,

and in a moment he ´ll want to see your underwear.

Jarvis Cocker ,1995




1.Me fascina, desde muy temprana edad, mirar los calzones, tangas, chones y prendas íntimas de las mujeres. La frontera entre dejar de ser un niño a ser un joven adulto, es justo atreverse a mirar los calzones de las niñas abajo de las escaleras de emergencia de las escuelas; no hay deporte más delirante y febril que mirar aquellas piernitas pavonearse y mostrar las sutiles líneas blancas, azules, moradas, con dibujos etc. Es el equivalente a un Bar mitzvah a lo guarro y en pleno flujo de hormonas pubertas buscando la travesura y descubriendo la cachonderia, el santuario prohibido, lo inalcanzable. Es un deporte tan noble que nuestra cultura podría definirse en esta actitud de tirar la piedra y esconder la mano. En este caso: Mirar chones y córrele que viene la maestra.


2. No hay cosa más Nabovkiana, que unos calzconcitos con dibujos, monitos, que tengan diseños de anime, de cowco o de Hello Kitty. Las lineas “Teen” de marcas como Victoria Secret´s me parecen diseñadas por un pervertido y por eso me gustan; me confieso un pervertido. Recuerdo haber estado con un par de mujeres y al comenzar a desnudarlas descubrir tan ñoñas prendas interiores. Las mujeres no se avergüenzan de este tipo de prendas, al contrario se apenan con cierta perversidad y te dicen: “¿Están lindos no?, “¡Mira: traen monitos!”, y se transforman en unas dulces Lolitas dispuestas a la travesura. Pienso que las mujeres usan estos chones no por traviesas, sino por que toda mujer le gusta evocar su niñez y la ternura extraviada; en el fondo nunca dejan de ser unas princesas.


3. Siempre que detecto a una mujer usando tanga es como un anuncio, de que esa mujer tiene planes de cenarse un camote o anda con la expectativa de tal; no habría otra intención de portar una tanga, sino esta esperando echar un garrotazo planeado o esperado. En la preparatoria, cuando descubría alguna chava con tanga me excitaba muchísimo en plena clase de matemáticas y pensaba: “Esta hija de la chingada va a coger o viene de coger” y la verga se empalmaba aún más; ¡qué delicia!


4. No hay ofrecimiento más grande de amor, que una mujer te regale sus calzones sucios y con toda su esencia.


5. Si quieres comprobar cuánto te quiere tu mujer: Pídele que un día salga a la calle sin calzones o que se los quite en plena reunión social. Es la prueba última del sometimiento sexual.


6. Sólo los fresas regalan calzones en Año Nuevo y esas tradiciones pendejas; los calzones se ganan o roban.


7. El ingenio de un hombre se detecta en las mil y un maneras en las que aprendió a espiar y ver los calzones de las niñas. Tirar un cd al piso, usar un espejito en la suela del zapato, traer un celular con cámara y tomar fotos en la fila de las tortillas o en la parada del micro, etc.


8. La canción de Underwear del grupo Pulp, me parece la oda más grande que se ha hecho a las prendas íntimas de las mujeres. Esta rola goza de una cachonderia rara y poco entendida; sería perfecta para realizar un strip-tease con un tufo freakzoide y darketo o, inclusive, psicópata. Es una pena que nadie haya aterrizado esta imagen en el cine; si ya ocurrió esto: Úrgeme pasen el dato.


9. Una mujer, que se sabe buena, siempre tratará de abrir las piernas o empinarse y enseñarte todo lo que te estas perdiendo y, acaso, jamás llegues a probar. Les fascina a las mujeres tener babeando a un grupo de machos abrir sutilmente las piernas en una actitud de: “Ora putos, pa que vean todo lo que NO se van a cenar”.


10. Una mujer que sabe combinar falda, tanga y bra es una artista.


11. Siempre que paso por tiendas de lencería, volteo a ver a los maniquíes, miro fijamente el modelito que usan, me imagino el equivalente de carne y hueso que remplazaría al maniquí, me excito durísimo y me toco un poco. No se lo vayan a contar a nadie, me da mucha pena.


12. El hombre que no se ha masturbado con un catalogo de lencería sufre de una falta de imaginación preocupante.


13. No hay día más terrible para las mujeres y sus prendas íntimas, que justo cuando están en sus días. Me hace compadecerlas un poco.


14.Sobre prendas para hombres no tengo absolutamente nada que decir; no me corresponde. Sólo diré que no he entendido la risa de algunas mujeres, cuando vamos a coger y ven mis boxers todos deslavados y holgados por mi severo caso de príapismo.


15. Tú que eres poeta y en el aire las compones, mejor hazme una chaqueta sin bajarme los calzones.

lunes, 29 de agosto de 2011

What a Wonderful World





Chinguen a su madre tú y la tijerilla!” vociferaba mi padre, mientras yo veía el techo y me preguntaba si las tijerillas, y demás insectos, tendrían algo a lo que pudieran llamar madre y si la chingarían de vez en cuando. En este momento tengo 13 años y mis padres acaban de divorciarse la semana pasada. La cosa con las tijerillas es que siempre me han producido un pavor insoportable, por que alguno de los gandallas de mis primos me dijeron, que cuando duermes las tijerillas se meten en tus oídos, devoran tu tímpano y tienen a sus bebés en tu cerebro. No puede creer que existan criaturas tan oportunistas y abusivas como para engendrar una familia dentro de un cerebro humano; da asco de sólo imaginarlo. La otra razón por la que detesto a las tijerillas, es por que cometí la idiotez de coger la metamorfosis de Kafka de los libros de Carlos, mi hermano mayor. La verdad no entendí nada, excepto que un señor es transformado en algo así como una cucaracha y su familia lo acaba detestando y lo intentan matar por ser un bicho asqueroso. La verdad no entendí nada de Kafka, sólo me hizo sentirme estúpido por no entender los libros de mi hermano, odiar más a los insectos y resentir más las peleas de mis padres. Más grande entendería todavía menos de Kafka.


De verdad, que no entendía la ira de mi padre, sólo le había indicado que había una tijerilla, como todas las otras veces que él amablemente se deshacía de estos animales no invitados; ahora con el divorcio, me había llevado una mentada de madre. ¿Por qué estaba tan enfurecido conmigo?, se que estaba muy triste y enojado con mi madre. Ya había tres domingos–día que me parecía horroroso, porque había que hacer tarea–seguidos, donde se servia una cuba, se recostaba en el piso de la sala a llorar y a escuchar sus discos de Kenny G y de disco sin hacer nada mas. Ignorándonos a mi hermano y a mí. Mi madre nos dijo que el divorcio era por el bien de todos y para que ya no viéramos tantas peleas mi hermano y yo. No resultó ser nada así: Se habían acabado los domingos sin tarea en casa de mi abuela, las comidas familiares, los sábados de fucho en el parque de Xochimilco, el arbolito de Navidad en la casa y la protección de mi padre ante las tijerillas. Se fueron las discusiones y vinieron los domingos de Kenny G, de What a Wonderful World, de cubas de botellas con tapita y sabor de medicina, de mes y medio de intentar vivir con mi madre, hasta que le hablo en llanto a mi papá diciéndole que no nos soportaba ni a mí, ni a mi hermano, que nos acabaría matando. ¿Será posible eso?, que alguno de tus padres se vuelva loco por tus travesuras y quiera asesinarte; me acordé muchísimo esa vez que tenia 11 años y me escabullí al cuarto de mis padres y me dejaron ver con ellos la película del Resplandor. ¿De verdad las familias se podían volver así de locas y asesinas?, tal vez mi madre estaba poseída. Obvio del Resplandor yo no entendía nada; más tarde entendería menos.


Esas semanas de domingos de Kenny G, What a Wonderful World, de cubas con ron-medicina, de papá protegiéndonos de posesiones diabólicas de mamá y de mentadas de madre gratuitas. Me harían sospechar, que las mujeres pueden dejarlo a uno tirado en el piso los domingos bebiendo ron espantoso. No entendía la tristeza terrible de mi padre, pero eso no evitaba que yo también me sintiera triste y con ganas de tirarme en el piso de madera de la casa. Sólo me habían bateado tres niñas y me cagaban por mamonas, también había perdido a una noviecita, que besaba secretamente en la jardinera de la escuela y abajo de la escalera; me dejó porque a mi me daba pena que me vieran con ella y no más la besuqueaba en secreto, supongo que a los mujeres no les gustan los romances secretos. Me habían dolido esas niñas, pero no entendía el terrible dolor que acontecía en esos domingos.


Ahora tengo 24 años, es Navidad y estoy bebiendo en una banqueta por división del norte y eje 5. Las casas están adornadas de una forma preciosa, y las lucecitas de Navidad siempre me entibian el corazón, supongo que me recuerdan a cierta época de abundancia de mi niñez. Bebo afuera de estos hogares, por que adoro la época navideña; me gusta imaginar que pertenezco a estas casas y que se adornan todos los años sin falta. Compré unos habanos en el Sanborns no lejos de aquí, al entrar tenían puesto un disco de Kenny G, detestó a Kenny G me parece el típico músico de jazz que los dones escuchan para acercarse al jazz, lo aborrezco. Sólo me gusta su versión de What a Wonderful World con el grandísimo Louis Armstrong, inmediatamente me lleva a cuando tenía 13 años y al divorcio de mis padres.


Llevo un rato sentado aquí conmovido por estas luces y llorando por las mujeres que se han ido en mi vida, por mi relación de 6 años tirada a la basura, por amar a una mujer con la cual no puedo estar y por lo complicado que me es compartir mi vida con otra persona. Me enjugo una lagrima y pienso en mi padre y en las malditas tijerillas que anidan en el cerebro humano. Sonrío porque ahora no parecen tan irracionales los domingos a mis trece años. Sigo sin entender a Kaftka, a las mujeres, los divorcios, el corazón de los hombres, a Kubrick y a Louis Armstrong. No entiendo nada, pero levanto mi anforita de Don Pedro y tomo un gran, gran sorbo. Recuerdo los primeros versos de What a Wonderful World: “ I see Trees of Green, Red Roses Too, I see them bloom, For me and you”, y pienso: “qué maravilloso es Kaftka!, qué maravilloso es amar y acabar en un piso de madera bebiendo Ron Raro o Portoviejo!, qué maravillosas las luces de navidad, los insectos y el Resplandor, qué maravilloso es mi padre”. Bebo el último trago, vuelvo a llorar: “And I think to my self...What a Wonderful World “




lunes, 21 de febrero de 2011

I´ve Just seen a face




I´ve just seen a face

i can´t forget the time or place where we just met.

she´s just the girl for me

(Lennon-McCartney, 1965)



Hay sólo dos cosas que no se permiten en esta línea de trabajo, dos cosas sumamente importantes: Es imperdonable un nudo de corbata chueco, mal proporcionado y pinche. La otra cosa, que no se permite, es un lápiz labial corrido. Es insoportable para los familiares, unos labios mal pintarrajeados no son una invitación a un beso de despedida. Lo irónico, es que si realmente intentaran besar a estas mujeres, se percatarían inmediatamente de que su boca está sellada. No sólo porque jamas pronunciarán un te amo, un te quiero o un perdóname, si no por que los labios están literalmente sellados con un par de puntos de sutura y adheridos con un pegamento no abrasivo. Lo mismo hay que hacer para los ojos, pero tienen que ser limpiados y rellenados con dos bolitas de algodón (especialmente si la persona donó sus órganos) para darles una apariencia más natural.


Es necesario darles a estas personas una apariencia natural y de un placido descanso, aunque no necesariamente sea así. Es de los retos del tanatopractor (personalmente detesto ese nombre tan mamón, aunque hoy en día tenemos nombres mamones y formales para todo).


Hay una serie de técnicas, trucos y mañas en maquillar a los difuntos. Lo primero es acostumbrarte a las bromas ocasionales con los amigos: “Oye Ramón, ¿Cuándo nos invitas para echarnos unas frías?, No seas gacho Ramón, seguro tú ya te echaste una bien fría. Ramón, ¿Qué tanto te platican los mineros, los que ya colgaron los tennis?, ¿Si son chidos o son muy serios?”. Los cuates siempre tienen algo lindo que decir, en especial cuándo hablan de los difuntos: los fiambres, los fríos, los mineros, los bultos, los rígidos, los silenciosos, etc. Tenemos nombres mamones para todo, para mí simplemente son personas.


Después vienen una serie de procesos bien importantes: En la morgue retirar todos los órganos, hígado, páncreas, riñones, estomago y corazón (en este punto, es bien curioso, cómo asociamos partes del cuerpo a emociones; la realidad de las cosas es que el pecho de un hombre con o sin corazón se ve exactamente igual) y lavar todas las cavidades, se debe evitar la putrefacción e inyectarle formaldehído, pues conserva el cuerpo y lo pone tieso, pero sólo por un par de horas. Yo lo considero una especie de Viagra para los cadáveres, los pone firmes el tiempo suficiente para que sean presentables, manejables, pues. Y, al igual que el Viagra, aplicar demasiado podría ocasionar efectos desastrosos. Hay mucho que hacerle a un difunto y creo que la gente se saca mucho de onda con los que practicamos este oficio. Uno de los primeros prejuicios siempre tiene que ver con el asco o con el olor. Es cierto que hay que limpiar a las personas y aun después de haber sido tratados en la morgue tienden a expulsar secreciones y desechos, que hay que excarvar, raspar y limpiar, pero no es para tanto. El ser humano es el único animal condenado a oler, tolerar, limpiar y soportar su mierda y la de los otros desde que nace hasta que se muere...y aun después de eso.


Es curioso como los muertos me han ayudado a entender más a los vivos. Una de las partes más conmovedoras de hacer esto, es el tener que maquillar, ocultar, embellecer, restaurar y hasta reconstruir el rostro de una persona. Siempre que llega una mujer me siento tranquilamente a observarla y a platicar con ella, trato de que me revele todos sus secretos, sus intimidades. Observo detenidamente sus ojos, si hay marcas en su rostro, si la piel se ve desgastada y oscurecida alrededor de los párpados, algo que me dé un indicio de si usaba maquillaje o no esta mujer. Si lloraba demasiado, si tiene arrugas alrededor de los labios superiores indicando que sonreía mucho, si era feliz o miserable, si alguien la amó, si la lastimaron o si ella devoraba los corazones de sus amantes. Tengo una conversación tendida y larga con todas las personas que conozco en el trabajo. Las observo como si fueran estrellas de una película, puestas al centro y todos preguntándose ¿Cuál será su historia?, ¿Qué tipo de filme protagonizaban? Y entonces me viene, como por acto reflejo, los colores de sus rostros, los trazos de sus labios, el arreglo de barba y bigote, que junto con las uñas es lo único que sigue y sigue creciendo a un después de muertos –supongo qué por eso los alcohólicos, escritores y pintores se dejan la barba, porque se encuentran más para allá que para acá–, el peinado y finalmente el rostro de serenidad y de un tranquilo sueño. El cenit de mi labor la obtengo cuando los familiares se acercan y me dicen: “Se ve igualito a como era”, “Hizo un trabajo formidable, se ve tan tranquilo, ¡Bendito sea el Señor, que ya lo tiene en su gloria!”


Otra parte importante de mi trabajo es ir a abastecerme de tintes, pinturas y maquillajes. Regularmente, consigo maquillajes baratos y al mayoreo. Después de todo, ellos no van a notar la diferencia entre una pintura vegetal o la colección de maquillaje de Burberry, de Givenchy o de Pat Mc Grath. En este menester, la farmacia Paris en el centro es uno de mis lugares idóneos para surtirme. Tienen infinidad de colorantes, químicos, tintes, maquillaje de segunda mano, perfumes, prótesis de latex, utensilios quirúrgicos, etc. Es el único lugar donde puedo encontrar un 044 color fuego, 069 castaño cobrizo, 666 azul aciano (el único colorante fabricado con cianuro) y los materiales necesarios para construir una nariz prostética. Es un lugar lleno de sorpresas. Justo como ahora, una hermosa mujer con las nalgas ceñidas en una diminuta falda secretarial, un traje sastre con corte clásico, muy de los 40´s, está enfrente de mi dispuesta a comprar un maquillaje y un tinte incorrectos para su belleza, ignora completamente su belleza estilo Katharine Hepburn o estilo Jessica Lange. Es una pena, aun así es una hermosa mujer con todo y la elección incorrecta de maquillaje y tinte. No me había interesado en una mujer, al menos en una con vida, desde mi divorcio. Pero, ahora con Katharine Lange siento esta terrible necesidad de acercarme, de asistirla. Como jalado por un impulso de muy adentro, un impulso arraigado y añejo, me acerco con un tinte 080 castaño oscuro y le balbuceo:


–Usa éste querida Katharine –exclamo con una voz quebrada.

–¿Disculpe?

–Que ese tinte que lleva ahí no es el correcto para usted, el correcto es éste.


Le acerco la botella como una especie de escudo entre ella y yo. Me mira con cierta compasión, por mi nerviosismo. Toma la botella y la observa.


–Ah, un hombre que sabe tips de belleza es algo que no se ve todos los días, más que en las estéticas. ¿Es usted dueño de una estética?, ¿Es gay acaso? –me sonríe pícaramente, pues sabe que es una pregunta un poco ruda para un desconocido.


– No, sólo de miércoles a sábado cuando trabajo en el Papi´s de la zona rosa. –le comento con una simpatía forzada.


Katherine suelta una carcajada escandalosa que provoca la mirada inquisidora de todos los compradores postrados detrás de nosotros. Katherine se acaricia el cabello con una seguridad envidiable.


– Me fascinan los hombres que son capaces de hacerse autoburla, tiene usted muy buen humor. Obvio me atreví a preguntarle si era gay, porque se perfectamente que no lo es. Rara vez me equivoco en eso...tengo mmm, buen “ojo” para los maricas. Fernanda mucho gusto – me dice Katharine, mientras extiende su suave mano.


–Ramón, enorme gusto. Oye te molestaría comer conmigo conozco unos tacos excelentes por San Juan de Letrán.


Ella me mira unos breves instantes, sonríe, paga las cosas y me toma de la mano. Salimos de la farmacia Paris y caminamos rumbo a eje central. Entramos en la Perla de San Juan y ordenamos un par de tacos y unos tragos. Yo me conformo con un ron y ella con un vodka. Comemos, bebemos y disfrutamos del silencio unos instantes.


–Ramón, ahora si me puedes decir: ¿A qué te dedicas?, Lo de los tintes y el maquillaje debe de tener una buena explicación –me pregunta Katherine llena de curiosidad.


–Pues, a lo mejor te sacas un poco de onda. Maquillo y arreglo a los difuntos.


– ¡Qué fuerte!, nunca había conocido a nadie dedicado a eso. Debe ser interesante y tétrico Ramoncito. – dice Katherine emocionada como una niña


– Bueno, no hay mucho que contar. Es un buen trabajo, requiere de mucha talacha y paciencia. No es tan tétrico como te imaginas. Salvo ciertas peticiones de la gente o cuando empece en esto y no sabía que los cadáveres, pueden llegar a mover un brazo o una pierna a causa del rigor mortis.


– ¿En serio se mueven?, qué miedo. Eso está muy de película.¿Te gustan las películas de terror?, ¿Cómo peticiones extrañas?


– No la verdad las detesto, no las soporto– le comento a Katherine un poco serio y molesto– Y pues piden cosas raras para sus familiares, que se les vista con una camiseta de fútbol, que se les coloque un objeto personal o algún objeto o prenda religiosa. Una vez me toco un escritor, su familia me pidió que le colocáramos una anforita, su pluma de colección Agatha Christie y unas fotos de músicos, no recuerdo bien.


– Pues que interesante Ramoncito. Aunque debe ser un poco triste y solitario me imagino. ¿Tienes familia?, ¿Siempre te has dedicado a esto? –me pregunta Katherine buscando mover la conversación a otro lado.


De pronto, como si esas preguntas activarán un interruptor de la tristeza y me abrieran todo el pecho. Comienzo a llorar frente a Katherine. Ella intenta consolarme y me pregunta ¿Qué ocurre?, sin más le cuento todo. Le cuento como alguna vez hice maquillaje, caracterización y efectos especiales para cine y televisión. De que alguna vez estuve casado y tenia un hijo, Miguel. Que le encantaba ir a visitarme a los sets y se quedaba horas conmigo preguntando como se hacía cada cosa, que se emocionaba y corría por todo el set gritando mi papi hace mostros,mi papi hace mostros ¡ miren, miren. Es Dracula, el Hombre Lobo! Le platico a Katherine como es que mi hijo falleció en una filmación a causa de una falla eléctrica en el set y que mi esposa me culpó a mi. De como seis meses después del accidente nos divorciamos. Le cuento todo a Katherine. Le cuento todo y lloro con más fuerza.


Katherine me abraza y comienza a besarme. Busca calmarme con sus delicados labios. Yo la beso con más fuerza y le digo que me perdone, que tenia años de no hablarlo con nadie, años de no llorar y años de no besar a nadie. Le pido que no se vaya, que me gusta mucho, aunque no se llame Katherine.


– Debo regresar a casa guapote, pero nos veremos en unas semanas. Muchas gracias por el tinte.


Nos abrazamos por un largo rato. Beso a Katherine y le doy las gracias. Pasan los días en el trabajo. La rutina de siempre: lavar, excarvar, cortar, pintar, coser, amortajar, fajar, etc. Doctores, abogados, ingenieros, albañiles, taxistas, estudiantes, mujeres y, muy a mi pesar, niños. Sigo pensando en Katherine y en su hermoso rostro. Estoy emocionado y me siento como hace años no me sentía. Dejo pasar los días, a la espera de volver a reunirme con ella. De pronto mi trabajo se va a segundo plano, ya no parece tan bueno como antes.


Sigo sin saber nada de ella. Hasta que un buen día me encuentra en el trabajo. Katherine me encuentra en la lista de espera, ha sufrido un accidente en carretera. Me espera en una caja lista para que comience a trabajar en ella. Para dejarse mimar por mis manos de artista. Compruebo una y otra vez si realmente es ella, comienzo a gritar, maldecir y arrojar cosas por todo el cuarto. ¡No puede ser ella, porfavor no es mi Katherine! Grito enfurecido, lleno de ira y de llanto. No recibo ninguna respuesta, tomo las manos rígidas de Katherine la beso y le pido que me explique qué ha pasado, cómo fue todo, pero no hay ninguna respuesta. Arriba nadie me escucha. Tomo un lápiz labial y comienzo a dar cuchilladas en el rostro de Katherine. Comienzo a pintarrajearla, a querer ocultar su cara tras el rojo carmesí. Dos cosas no se permiten en esta chamba: Un nudo de corbata mal hecho y unos labios pintarrajeados y corridos. Terminó de batir el rostro de Katherine y de rayarlo como si tuviera 3 años. Saboreo mis lagrimas, aflojo el nudo de mi corbata, aviento todas mis cosas y salgo por la puerta. Esa fue la ultima vez que pise una casa funeraria.