domingo, 2 de marzo de 2008

DESEO

Cuando conocí la belleza de tu ser, y te contemplé vulnerable, tan hermoso, con tu piel sobre mi cuerpo, supe que nuestras almas se pertenecían desde antes de existir. Encontré un cuerpo a la medida de mis brazos, un beso a la medida de mi aliento. Me sentí completa, plena. Y decidí pertenecerte por completo, sólo a ti, sólo así.

Recorrimos un sendero juntos, caminando de la mano y aunque nuestra mente parecía distante, el sonido de nuestros corazones palpitando al unísono nos recordaba la necesidad de nuestra existencia. Habitamos un mundo perfecto, donde la humedad de nuestros labios acallaba la voz de cualquier duda, y nos regalaba la respuesta que desesperadamente buscábamos: “juntos debemos estar… nada importa ya… todo tiene perdón”.

Mis lágrimas las secaban tus manos, recorriendo cada poro de mi cuerpo mientras la voz de mi conciencia me pedía a gritos que abriera los ojos, y dejara que mis pupilas reflejaran la verdad que mis oídos sordos se negaban a entender. Y lo rehusé, lo rehúso.

Me prometí serle fiel a tu pecho; protegerte en mi regazo y sentir en tus caricias un refugio a todo aquello que me hablara de incertidumbre; de la confusa realidad de la razón de este sentimiento.

Hoy sentí mi cuerpo al calor de un abrazo. Mi piel estremecida liberaba por cada poro la pasión y el deseo que sólo tú logras provocar en mí. Te aferré a mi cuerpo, y sentí algo distinto, como si tus brazos quisieran contarme una historia construida con caricias tiernas y fogosas; una historia donde existe un final alterno al que siempre concebí. Sentí la humedad de tu boca, y te bebí completo… como siempre… como nunca.

El éxtasi de tus labios era increíblemente dulce; fue como descubrir tu aliento por primera vez. Sentí mi cuerpo enardecer al calor de tu sudor.

Abrí los ojos, contemplando tu silueta dibujada en la oscuridad. Quise reflejarme en tus pupilas y comprender el entorno mágico de este instante perfecto. Tomé tu rostro entre mis manos y te acerqué a mí para besarte. Y entonces todo tuvo sentido. Aquella mirada ajena me contó el final de este nuevo capítulo en mi vida. Un secreto que estuvo revelado desde el inicio de esta trama, y que me había negado a escuchar y a ver. Ese que tan celosamente mi locura había guardado durante todo este tiempo. La verdad que solo mi piel pudo descifrar.

Tú no estás aquí.

Lentamente recobré la lucidez. Deteniendo el compás de mis caderas, recobrando el sentido a esta nueva realidad. No lloré, no grité, no sentí el agobio adueñarse de mi ser. En silencio, dejé que la calma se escabullera sobre el escenario. Y entonces lo comprendí, ahora lo comprendo.

Se ha roto el hechizo. Me liberé del yugo de tu cuerpo. Y duele.

Duele que no duela más. Duele comprenderlo y aceptarlo. Duele no arrepentirse. Duele no sentir. Duele que mis mejillas estén secas, y mis ojos ya no construyan paisajes en las nubes. Duele la razón lúcida y serena, que sin reprocharme nada, en silencio se conduele de mí al saberme suya.

Esta vez la historia está inconclusa. Las palabras escritas sobre el lienzo de mi destino me dejan la tinta para continuar la historia. Pero hoy… hoy decidí cambiar el punto y seguido… por un punto final.

Escrito por: "La Fragilidad de un Alma"(Nuevo integrante)

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